Cerca del mar, andando, en el mes de noviembre, entre los matorrales que reciben luz, fuego y sal marinas hallé una flor azul nacida en la durísima pradera. La levanté en mis manos y la miré como si el mar viviera en una sola gota, como si en el combate de la tierra y las aguas una flor levantara un pequeño estandarte de fuego azul, de paz irresistible, de indómita pureza.