Antes que nada, debo decir que las fiestas de XV años me parecen la cosa más ridícula del mundo; son el tipo de imposiciones arcaicas que sobreviven aun en estos días. Cumplir quince años no convierte mágicamente a nadie en adulto, no existe tal paso. Es una transición que dura años (y muchas veces, décadas); la tan famosa fiesta que conmemora el paso de "niña a mujer" es un fallo conceptual a escala galáctica. Todo es sobrecargado y absurdo (o 'kitsch', como diría mi profesor de Apreciación Cinematográfica); desde el vestido brillante con los colores que duelen a la vista hasta el vals que es un homenaje al mal gusto. Sin embargo, este tipo de eventos representan la fuente de trabajo número uno para la empresa en la que me encuentro realizando mis prácticas profesionales. Los padres anhelan ver a sus "mujercitas" como estrellas de cine y están dispuestos a pagar mucho dinero por ello. Me tocó cubrir este evento en el apartado fotográfico tanto en una sesión previa como en el resto del festejo. Fueron aproximadamente cinco horas de intenso trabajo, el suficiente tiempo como para reflexionar sobre este negocio tan fructífero. Aunque no tolero este tipo de celebraciones, reconozco que son bastante rentables. Fungir como fotógrafo de eventos sociales no es exactamente algo que tenía contemplado como una opción de trabajo pero viendo los beneficios monetarios pues… "Hay que ganarse el pan de alguna forma mi lic." Pongo esta fotografía porque me gustó el resultado; no importa lo que yo crea, la quinceañera estaba feliz y yo pude capturar eso con la cámara.